MASLOW ENSEÑA A NUESTROS SACERDOTES Y OBISPOS COMO IR AL CIELO
LA
TRAICIÓN MÁS MALVADA A JESÚS DESDE QUE JUDAS TRAICIONÓ A JESÚS.
Los obispos católicos del mundo, le dijeron al Papa
Benedicto XVI que ELLOS NO CREÍAN EN EL PECADO ORIGINAL; se opusieron a enseñar el pecado original en el
mundo católico. Benedicto XVI, en su famosa audiencia general del miércoles 3
de diciembre de 2008, rogó a los obispos, EN VANO, enseñar este dogma de la
Iglesia Católica. Los obispos se rehusaron y decidieron enseñar la psicología
de Abraham Maslow (1908-1970) porque no conocían la psicología de Jesús. Ellos
nunca ESTUDIARON las 46 parábolas de Jesús.
Maslow basa su psicología en la AUTORREALIZACIÓN de cada persona. Es conocido como “El
psicólogo humanista “Gelstadt”” que tiene su triunfo en la autorrealización de
cada persona. Por lo tanto, en esta psicología, la persona nace con todo el
potencial y las aptitudes que necesita para tener gran éxito en la sociedad. La
persona no necesita ayuda del mundo exterior. Maslow creo gran enemistad con
otros psicólogos como Freud y Karl Jung que calificaron su psicología como ¡”degradante”!
1)- Dios nos revela que el niño nace con el pecado original. San Pablo, en su carta a los Romanos 5:12, nos revela que NACEMOS en la posesión de Satanás con el pecado, el pecado original, heredado de nuestro primeros padres, Adán y Eva. Solo Dios conoce la relación de amistad o de odio que tiene con cada pecador.
Los obispos católicos negaron el pecado original, SE REHUSARON A ENSEÑAR
EL PECADO ORIGINAL EN LAS ESCUELAS CATÓLICAS Y EN LAS IGLESIAS.
2)- Maslow enseña que el niño nace siendo bueno. Maslow era un ateo que
no creía en lo sobrenatural. No podemos entender como los obispos católicos escogen la psicología de
Maslow para formar a los sacerdotes católicos y a los obispos.
Nuestros obispos y sacerdotes enseñan la horrible apostasía de Maslow
que dice que los niños nacen buenos. Si los niños nacen buenos, por eso nacen con la gracia santificante, son hijos de Dios porque no hay humanos neutros, es decir no deben ser bautizados. Sin embargo, obispos bautizan a los niños. Papa Francisco debe corrigir este este error doctrinal en los obispos y en los seminarios.
3)- Jesús nos revela en Juan 15:5 que “sin Él no podemos hacer nada”.
4)- Maslow y los obispos católicos, nos enseñan que los niños nacen con
todo el potencial y las aptitudes que necesitan para alcanzar el éxito. En esta
AUTORREALIZACIÓN, Maslow nos dice que el niño no necesita ayuda externa para
convertirse en un buen ciudadano.
5)- LA
PSICOLOGÍA DE JESÚS EN SUS ENSEÑANZAS Y ESPECIALMENTE EN SUS 46 PARÁBOLAS.
La psicología de Jesús es completamente desconocida en la Iglesia catolica; los
obispos trabajan en una tierra desconocida, la tierra de Jesucristo. El vice presidente Pence dejó la Iglesia Católica porque en ella, no podía
encontrar a Jesús. Un obispo católico contactó al vice presidente, no para
hablar de su fe y ayudarle con el catecismo, si no para hablar sobre “el muro”.
Cada parábola está llena de la psicología divina. La parábola del Buen
Samaritano, nos indica como los líderes de la Iglesia actuaron. Jesús describe
a un catolico herido a manos de los ladrones y dejado en el camino para morir.
Un líder de la Iglesia, un obispo, pasó por el camino sin compasión. Él
no tenía nada que ofrecer al moribundo. Un levita, que se encuentra en el
camino a ser sacerdote, pasó por ahí y tampoco tuvo nada que ofrecer al
moribundo porque como el obispo, había sido educado en la misma escuela atea.
Un extranjero que pasaba por ahí, vió al moribundo con compasión. Él
sabía sobre el pecado original y sus consecuencias desastrosas,
concupisencia, sufrimientos, ignorancia, muerte. Esto hirió a
todos los peregrinos a la eternidad y experimentamos la necesidad de un
Redentor.
JESUCRISTO
EL REDENTOR DESCONOCIDO POR SU PUEBLO PREFERIDO (los bautizados)
La Iglesia Católica se encuentra en una terrible batalla entre
Jesucristo y Satanás y Jesús está perdiendo. Nuestros obispos no tienen idea
que es lo que está mal en el Iglesia. Ellos saben que los católicos están
abandonando en masa la Iglesia. Ellos necesitan a los mexicanos para llenar las
bancas vacías.
Por lo tanto, ellos votaron a favor de Hilary Clinton para mantener las
fronteras abiertas. La corrupción del presidente Obama con la ideología de
género y las niñas usando los mismos baños que los hombres en las escuelas públicas,
no lo pudo detener. El Papa Francisco llamó a la “ideología de género”
satánica, pero se le pidió no hacer su condenación pública y esperar.
Podemos pedirle al Papa Francisco que nos ayude a limpiar “EL PANTANO
causado por Maslow” en los seminarios católicos de Roma. Roma es el peor
lugar para enviar a los seminaristas a estudiar para consagrarse sacerdotes
católicos. Jesús es completamente desconocido en las universidades. Roma es el
semillero de la psicología de Maslow contra Dios y la naturaleza humana.
Inclusive la universidad de Roma, no permitió que el Papa Benedicto XVI
conociera a los estudiantes.
Es vergonzoso ver a un ateo con una psicología que se opone a Jesús,
formando a nuestros sacerdotes y obispos que nunca van a conocer a Jesús y sus
maravillosas parábolas. Catolicos dejan la Iglesia en masa; obispos no se dan cuenta ¿cual es el problema?! Islam esta tomando la religión del mundo! Jesus esta preparando el exito con la sangre de nuestros martires.
Father Louis George Dupuis, S.T.L
Para el beneficio de los lectores, incluyo el bello catecismo del Papa
Benedicto XVI sobre el pecado original.
Los obispos de USA dieron
a conocer al Papa Benedicto XVI que se rehúsan a creer en la doctrina de los
dogmas de fe de Adán y Eva y el pecado original. Ellos argumentan que este
dogma de fe ¡está pasado! y que ellos saben más hoy. Los obispos creen en la
psicoterapia humanística “GELSTAT” de Maslow que enseña que el niño nace bueno
y con todo el potencial que requiere para, alcanzar el éxito por sí mismo. Jesús
nos dice, “sin mí, no pueden hacer
nada” y para los obispos, eso también quedó en el pasado.
Sin embargo, los
obispos no pueden explicar porque siguen bautizando a los niños. Nosotros
rogamos al Papa Francisco unirse a su antecesor Benedicto XVI para traer de
regreso a Jesús a los obispos. El Papa Francisco habló sobre la fuerza
destructiva que inclina a cada persona a destruir a su vecino, sin embargo, él
no puede decirnos de donde viene esta fuerza. Satanás tiene un completo control
sobre la Iglesia Católica. Él condujo a nuestros padres Adán y Eva a revelarse
contra Dios y causó el “pecado original” pero se asegura de no ser culpado de
este acto satánico contra la humanidad.
Se invita a toda la
Comunidad Católica a orar para que Jesús ayude a nuestros obispos.
EL
PAPA FRANCISCO ENSEÑA LA MISERICORDIA DE DIOS HACIENDO MILAGROS EN LOS
PECADORES ARREPENTIDOS. SIN EMBARGO, LA MISERICORDIA DE DIOS NO AUTORIZA A LOS
PAPAS Y A LOS OBISPOS A CORREGIR LA REVELACIÓN DIVINA DE DIOS, ESPECIALMENTE EN
DOGMAS DE FE.
Privar
a un fiel del conocimiento de un dogma de fe como el pecado original es un
crimen contra Dios y sus creyentes, que tienen el derecho a conocer la doctrina
del pecado original y sus consecuencias desastrosas en cada uno de nosotros.
BENEDICTO XVI
AUDIENCIA
GENERAL
Miércoles 3 de diciembre de 2008
El pecado original
en la enseñanza de san Pablo
en la enseñanza de san Pablo
Queridos
hermanos y hermanas:
En
la catequesis de hoy trataremos sobre las relaciones entre Adán y Cristo,
delineadas por san Pablo en la conocida página de la carta a los Romanos (Rm 5, 12-21),
en la que entrega a la
Iglesia las líneas esenciales de la doctrina sobre el PECADO ORIGINAL. En verdad, ya en la primera carta
a los Corintios, tratando sobre la fe en la resurrección, san Pablo
había introducido la confrontación entre el primer padre y Cristo: "Pues del mismo modo que en Adán
mueren todos, así también todos revivirán en Cristo. (...) Fue hecho el primer
hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida" (1
Co 15, 22.45). ConRm 5, 12-21 la confrontación entre Cristo y Adán se
hace más articulada e iluminadora: san Pablo recorre la historia de la
salvación desde Adán hasta la Ley y desde esta hasta Cristo. En el centro de la
escena no se encuentra Adán, con las consecuencias del pecado sobre la
humanidad, sino Jesucristo y la gracia que, mediante él, ha sido derramada
abundantemente sobre la humanidad. La repetición del "mucho más" referido a Cristo subraya cómo el don
recibido en él sobrepasa con mucho al
pecado de Adán y sus consecuencias
sobre la humanidad, hasta el punto de que san Pablo puede llegar a la
conclusión: "Pero donde abundó el pecado sobreabundó la gracia" (Rm 5,
20). Por tanto, la
confrontación que san Pablo traza entre Adán y Cristo pone de manifiesto la
inferioridad del primer hombre respecto a la superioridad del segundo.
Por
otro lado, para poner de relieve el inconmensurable don de la gracia, en
Cristo, san Pablo alude al pecado de Adán: se podría decir que, si no hubiera
sido para demostrar LA
CENTRALIDAD DE LA GRACIA,
él no se habría entretenido en hablar del pecado que "a causa de un solo
hombre entró en el mundo y, con el pecado, la muerte" (Rm 5,
12). Por eso, si
en la fe de la Iglesia ha madurado la conciencia del dogma del pecado original,
es porque este está inseparablemente vinculado a otro dogma, el de la salvación
y la libertad en Cristo. Como
consecuencia, nunca deberíamos tratar sobre el pecado
de Adán y de la humanidad separándolos del contexto de la salvación, es decir, sin situarlos en el horizonte
de la justificación en Cristo.
Pero,
como hombres de hoy, debemos preguntarnos: ¿QUÉ ES EL PECADO ORIGINAL?
¿Qué enseña san Pablo? ¿Qué enseña la Iglesia? ¿Es sostenible también hoy esta
doctrina? Muchos piensan que, a la luz de la historia de la evolución, no
habría ya lugar para la doctrina de un primer pecado, que después se difundiría
en toda la historia de la humanidad. Y, en consecuencia, también la cuestión de
la Redención y del Redentor perdería su fundamento. Por tanto: ¿existe el pecado original o no?
Para
poder responder debemos distinguir dos aspectos de la doctrina sobre el pecado
original. Existe un aspecto empírico, es decir, una realidad concreta, visible
—yo diría, tangible— para todos; y un aspecto misterioso, que concierne al
fundamento ontológico de este hecho. El dato empírico es que existe una contradicción
en nuestro ser. Por una parte, todo hombre sabe que debe hacer el bien e
íntimamente también lo quiere hacer. Pero, al mismo tiempo, siente otro impulso
a hacer lo contrario, a seguir el camino del egoísmo, de la violencia, a hacer
sólo lo que le agrada, aun sabiendo que así actúa contra el bien, contra Dios y
contra el prójimo.
San
Pablo en su carta a los Romanos expresó esta contradicción en
nuestro ser con estas palabras: "Querer el bien lo tengo a mi
alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que
obro el mal que no quiero" (Rm 7,
18-19). Esta contradicción interior de nuestro ser no es una teoría. Cada uno
de nosotros la experimenta todos los días. Y sobre todo vemos siempre cómo en
torno a nosotros prevalece esta segunda voluntad. Basta pensar en las noticias
diarias sobre injusticias, violencia, mentira, lujuria. Lo vemos cada día: es
un hecho.
Como
consecuencia de este poder del mal en nuestra alma, se ha desarrollado en la
historia un río sucio, que envenena la geografía de la historia humana. El
gran pensador francés Blaise Pascal habló de una "segunda naturaleza", que se superpone a nuestra naturaleza
originaria, buena. Esta "segunda naturaleza" nos presenta el mal como
algo normal para el hombre. Así también la típica expresión "esto es
humano" tiene un doble significado. "Esto es humano" puede
querer decir: este hombre es bueno, realmente actúa como debería actuar un
hombre. Pero "esto es humano" puede también querer decir algo falso: el mal es normal, es humano. El mal parece haberse
convertido en una segunda naturaleza. Esta contradicción del ser humano, de
nuestra historia, debe provocar, y provoca también hoy, el deseo de redención.
En realidad, el deseo de que el mundo cambie y la promesa de que se creará un
mundo de justicia, de paz y de bien, está presente en todas partes: por
ejemplo, en la política todos hablan de la necesidad de cambiar el mundo, de
crear un mundo más justo. Y precisamente esto es expresión del deseo de que
haya una liberación de la contradicción que experimentamos en nosotros mismos.
Por
tanto, el hecho del poder del mal en el corazón humano y en la historia humana
es innegable. La cuestión es: ¿Cómo
se explica este mal?
En la historia del pensamiento, prescindiendo de la fe cristiana, existe un
modelo principal de explicación, con algunas variaciones. Este modelo dice: el
ser mismo es contradictorio, lleva en sí tanto el bien como el mal. En la
antigüedad esta idea implicaba la opinión de que existían dos principios
igualmente originarios: un principio bueno y un principio malo. Este dualismo
sería insuperable: los dos principios están al mismo nivel, y por ello existirá
siempre, desde el origen del ser, esta contradicción. Así pues, la
contradicción de nuestro ser reflejaría sólo la contrariedad de los dos
principios divinos, por decirlo así.
En
la versión evolucionista, atea, del mundo vuelve de un modo nuevo esa misma
visión. Aunque, en esa concepción, la visión del ser es monista, se supone que
el ser como tal desde el principio lleva en sí el bien y el mal. El ser mismo
no es simplemente bueno, sino abierto al bien y al mal. El mal es tan
originario como el bien. Y la historia humana desarrollaría solamente el modelo
ya presente en toda la evolución precedente. Lo que los cristianos llaman
pecado original sólo sería en realidad el carácter mixto del ser, una mezcla de
bien y de mal que, según esta teoría, pertenecería a la naturaleza misma del
ser. En el fondo, es una visión desesperada: si es así, el mal es invencible. Al final sólo cuenta
el propio interés.
Y todo progreso habría
que pagarlo necesariamente con un río de mal, y quien quisiera servir al
progreso debería aceptar pagar este precio. La política, en el fondo, está
planteada sobre estas premisas, y vemos sus efectos. Este pensamiento moderno,
al final, sólo puede crear tristeza y cinismo.
Así,
preguntamos de nuevo: ¿Qué dice la fe, atestiguada por san Pablo? Como primer
punto, la fe confirma el hecho de la competición entre ambas naturalezas, el hecho de este mal
cuya sombra pesa sobre toda la creación.
Hemos escuchado el capítulo 7 de la carta a los Romanos, pero
podríamos añadir el capítulo 8. El mal existe, sencillamente. Como explicación,
en contraste con los dualismos y los monismos que hemos considerado brevemente
y que nos han parecido desoladores, la fe nos dice: existen dos misterios
de luz y un misterio de noche,
que sin embargo está rodeado por los misterios de luz. El primer misterio de
luz es este: la fe nos dice que no hay dos principios, uno bueno y uno malo,
sino que hay un solo principio, el
Dios creador,
y este principio es bueno, sólo bueno, sin sombra de mal. Por eso, tampoco el
ser es una mezcla de bien y de mal; el ser como tal es bueno y por eso es un
bien existir, es un bien vivir. Este es el gozoso anuncio de la fe: sólo hay una fuente
buena, el Creador.
Así pues, vivir es un bien; ser hombre, mujer, es algo bueno; la vida es un bien. Después sigue un misterio de oscuridad,
de noche. El mal no viene de la fuente del ser mismo, no es igualmente
originario. El
mal viene de una libertad creada, de una libertad que abusa.
¿Cómo
ha sido posible, cómo ha sucedido? Esto permanece oscuro. El mal no es
lógico. Sólo Dios y el bien son lógicos, son luz. El mal permanece
misterioso. Se lo representa con grandes imágenes, como lo hace el capítulo
3 del Génesis, con la visión de los dos árboles, de la serpiente, del hombre
pecador. Una
gran imagen que nos hace adivinar, pero
que no puede explicar lo que es en sí mismo ilógico. Podemos adivinar, no
explicar; ni siquiera podemos narrarlo como un hecho junto a otro, porque es
una realidad más profunda. Sigue siendo un misterio de oscuridad, de noche.
Pero
se le añade inmediatamente un misterio de luz. El mal viene de una fuente
subordinada. Dios con su luz es más fuerte. Por eso, el mal puede ser superado.
Por eso la criatura, el hombre, es curable. Las visiones dualistas, incluido el
monismo del evolucionismo, no pueden decir que el hombre es curable; pero si el
mal procede sólo de una fuente subordinada, es cierto que el hombre puede
curarse. Y el libro de la Sabiduría dice: "Las criaturas del mundo son
saludables" (Sb 1, 14).
Y
finalmente, como último punto, el hombre no sólo se puede curar, de hecho está
curado. Dios ha introducido la curación. Ha entrado personalmente en la
historia. A la permanente fuente del mal ha opuesto una fuente de puro bien. Cristo crucificado y
resucitado, nuevo Adán, opone al río sucio del mal un río de luz. Y este río está presente en la historia:
son los santos, los grandes santos, pero también los santos humildes, los
simples fieles. El río de luz que procede de Cristo está presente, es poderoso.
Hermanos
y hermanas, es tiempo de Adviento. En el lenguaje de la Iglesia la palabra
Adviento tiene dos significados: presencia y espera. Presencia: la luz está
presente, Cristo es el nuevo Adán, está con nosotros y en medio de nosotros. Ya
brilla la luz y debemos abrir los ojos del corazón para verla, para
introducirnos en el río de la luz. Sobre todo, debemos agradecer el hecho de
que Dios mismo ha entrado en la historia como nueva fuente de bien. Pero
Adviento quiere decir también espera. La noche oscura del mal es aún fuerte.
Por ello rezamos en Adviento con el antiguo pueblo de Dios: "Rorate
caeli desuper". Y oramos con insistencia: Ven Jesús; ven, da fuerza a
la luz y al bien; ven a donde domina la mentira, la ignorancia de Dios, la violencia,
la injusticia; ven, Señor Jesús, da fuerza al bien en el mundo y ayúdanos a ser
portadores de tu luz, agentes de paz, testigos de la verdad. ¡Ven,
Señor Jesús!